miércoles, 26 de julio de 2017

Madre Nieve por Cristina Martínez

El cuento nos conduce al reino de las imágenes creativas de las que recibimos fuerzas que renuevan nuestra alma.
  



Dicen que los cuentos son asuntos de niños y que el adulto sólo se limita a ser relator. Sin embargo, como ser humano, que somos portamos en nuestro interior, como energía, todos los personajes que en ellos aparecen.
Tenemos  rey en nosotros, que ordena, rige el que juzga y sabe discernir entre lo bueno y  lo malo. Aspiramos  ser sobornados de nosotros mismos y protectores de nuestro "reino".
Los más nobles sentimientos es la reina que abraza y llena de calidez nuestra alma, y a la vez la que puede concebir nuevos impulsos de jóvenes príncipes hacia metas elevadas?
Habitan en nosotros interiores que quieran impedir que se lleven a cabo nuestras metas. Hay brujas malas que nos convierten en piedras y secuestran  nuestras fuerzas del alma más tiernas, nuestras princesitas, encerrándolas en una cueva subterránea, quedando así insensibles como rocas, endurecidas por el materialismo, sin poder actuar o encerrados, bajo presiones exteriores.
Hay hechiceras  que nos transforman en águila para que no pisemos la tierra y nos sintamos superiores a los demás, quedando encadenados, al aire.
Nuestro intelecto sexo será ese malvado enano que trata de robar todas nuestras riquezas en oro, perlas y piedras preciosas, haciéndonos creer que somos sólo máquinas con su centro de control en el cerebro.
La  luchar, es continua para que el rey sea sano y fuerte, poniendo a cada una de las fuerzas desestabilizadoras en su lugar, dominándolas y venciéndolas, pues se le corta la cabeza y crece de nuevo.
En cada cuento aparece un aspecto distinto, colores diferentes y claves secretas de cómo salir a salvo y victorioso concluyendo en paz y armonía.
Si toda esta maravillosa gama de imágenes son dadas durante la infancia a nuestros hijos o alumnos, podemos estar seguros que plantamos el germen más valioso en el alma del hombre. Serán jóvenes son grandes ideales, con nobles sentimientos y tendrán la capacidad de afrontar sin temor las encrucijadas de la vida.

Sabrán que la espalda del espíritu es la mejor arma contra el peor adversario, que tras un oscuro y tupido bosque hay un claro lleno de luz. Que no está solo, que cuanto más difícil sea la situación aparecerá, como por encanto, una mano amiga que le ayudará que le dará el arma necesaria, si sabe escuchar amablemente la palabra justa de un enano o un viejecito. También se puede  encontrar con un espejo que refleje su imagen verdadera, o con una llave de oro que abre, lo hasta ese momento oculto o, un nuevo camino...
Sabrá como apreciar al león en sí para llegar al reino del alma, y que al final de los caminos se unirá a su "otra mitad" para reinar con toda felicidad.
Cuando se termine el camino de la vida va a entrar conscientemente en el reino de Madre nieve.
Madre nieve
Tenía una viuda dos hijas, una de ellas era hermosa y diligente, la otra perezosa y fea, pero quería mucho más a la fea y perezosa  porque , en verdad, era su hija.
Mientras, la otra tenía que hacer todo el trabajo de la casa y era la cenicienta de la casa. La pobre muchacha debía sentarse todos los días junto al pozo, en la carretera, e hilar tanto que la sangre brotaba de sus dedos.
Y sucedió una vez que el huso se llenó de sangre y ella se inclinó en el pozo queriendo lavarlo, pero el huso se llenó de sangre y ella se inclinó en el pozo queriendo lavarlo, pero el huso saltó de sus manos y cayó al agua.
Llorando, la niña corrió a contarle a su madrastra la desgracia, pero esta respondió ásperamente, y sin piedad dijo: -Si has dejado caer el huso, irás a sacarlo!.
Volvió la muchacha al pozo sin saber qué hacer, y con el corazón lleno de angustia saltó dentro en busca del huso. Perdió el sentido y al despertar y volver en sí, vio que estaba en un hermoso prado bañado de sol y había miles de flores. Caminando por el prado, llegó hasta un horno lleno de pan, y gritó: -¡Ay, sácame! ¡Sácame que me quemo" Ya hace tiempo que estoy cocido.
La niña se acercó y, con  la pala, sacó todas las hogazas, una tras otra.
Siguió su camino y llegó a un árbol cargado de manzanas, y éste le gritó: -¡Ay, sacúdeme, sacúdeme! Las manzanas ya estamos maduras.
La niña sacudió el árbol, cayendo una lluvia de manzanos y siguió sacudiéndolo hasta que no quedó ninguna más, cuando las hubo reunido un montón, siguió su camino. Finalmente llegó a una pequeña casa, en la ventana, una anciana miraba hacia afuera, pero como tenía sientes muy grandes la niña se asustó y quiso huir: La anciana la llamó diciendo:
-¿Qué es lo que temes, querida niña? Quédate conmigo y si haces ordenadamente el trabajo de la casa, te irá bien. Sólo tienes que cuidar de hacer bien mi cama y sacudirla con diligencia, para que vuelven las plumas. Yo soy madre nieve. Y cuando la anciana le habló con cariño, se animó su corazón y aceptó entrar a su servicio. Procura que la anciana estuviera satisfecha de todo y sacudía siempre su cama con vigor, para que las plumas volaran como copos de nieve. Disfrutaba también, de una buena vida junto a la anciana, no tenía que oír ninguna palabra dura y todos los días comía guiso y asado.
Así vivió un tiempo con Madre Nieve, hasta que comenzó a sentir tristeza, sin saber, al      principio qué le estaba pasando.
Al fin, se dió cuenta que sentía nostalgia de su hogar y aunque allí estaba mi veces mejor que en su casa, tenía deseos de volver.
Finalmente dijo: -Siento nostalgia de mi casa y aunque estoy tan bien aquí, no puedo quedarme más, debo subir con los míos.
Madre Nieve respondió: -Me agrada que desees volver a tu casa y como me has servido fielmente, yo misma te acompañaré-.
Y tomándola de la mano la condujo hasta un portal muy grande. El portal se abrió y al pasar la muchacha, cayó sobre ella una copiosa lluvia de oro. Y el oro quedó adherido a ella, tanto, que estaba cubierta de él.
-Esto es para tí, porque has sido diligente- Dijo Madre Nieve, dándole también el huso que había caído al pozo.
Se cerró, después, el portal y la muchacha se encontró arriba, en el mundo, no muy lejos de la casa de su madre. Y cuando llegó al patio, el gallo que estaba sobre el pozo gritó: -Quiquiriquí, nuestra doncella de oro está de vuelta aquí!
Entró a donde estaba su madre y al ver que venía cubierta de oro, fue bien recibida por ella y su hermana.
La muchacha contó lo que había sucedido y oyendo cómo había logrado tanta riqueza, la madre quiso procurar a la otra, su fea y perezosa hija, la misma suerte. Esta debía sentarse, también, junto al pozo y para que el huso se llenara de sangre, se pinchó los dedos y apoyó la mano contra un espino. Y tirando el huso al pozo, saltó ella mientras después. Llegó, igual que la otra, al hermoso prado y siguió la misma senda. Al pasar junto al horno gritó el pan nuevamente:
-Ay, sácame, sácame que me quemo! Ya hace tiempo que estoy cocido.
La perezosa contestó: -Crees que quiero ensuciarme?- y siguió caminando.
Poco después llegó a donde estaba el manzano, que gritó: -Ay sacúdeme, sacúdeme!, las manzanas ya estamos maduras.- Pero ella contestó: -¡Me guardaré bien! ¿Y si alguna cayera en la cabeza? Y siguió su camino. Al llegar a la casa de Madre nieve no tuvo miedo, porque ya había oído hablar de sus grandes dientes y enseguida se quedó a su servicio. El primer día se esforzó, fue diligente y obedeció a Madre Nieve en todo lo que decía, pues pensaba en todo el oro que iba a regalarle, pero al segundo día ya empezó a haraganear y al tercero todavía más. Ya ni siquiera quería levantarse, tampoco hacía la cama de Madre Nieve como debía, ni la sacudía para que volara las plumas. Pronto, Madre Nieve se cansó y la despidió. Satisfecha. La perezosa creyó que había llegado el momento de la lluvia de oro. Madre Nieve la condujo también, hasta el portal pero, al pasar, en un lugar de oro se vertió sobre ella un gran caldero lleno de pez, una sustancia negra y pegajosa.
-Esta es la recompensa por tus servicio-  dijo Madre Nieve y cerró el portal.
Llegó pues la perezosa a su casa y el gallo sobre el pozo, al verla gritó:
-Quiquiriquí, nuestra sucia doncella ya está de vuelva aquí!
Y el pez firmemente adherido a ella y no se la pudo quitar en toda su vida.
Pero podemos dejar un enseñanza positiva, en que terminaría de la siguiente forma:
"...Y creemos que por vivir junto a su hermana dorada, se fue transformando poco a poco hasta brillar como ella".
Al entrar en la imágenes de este cuento, nos encontramos en un ámbito femenino, una madrasta viuda y dos hijas, una verdadera y la otra del matrimonio anterior.
Primero se dice que es viuda, un alma sin yo espiritual, él murió y se elevó a su reino de origen y ella está ocupando el lugar de la "verdadera madre" para la otra hija. Entonces ella se inclina más hacia lo matrial-sensible,  no soportando lo anímico-espiritual. Su hija le pertenece y la quiere porque es de su misma naturaleza, mientras que la otra tiene más cualidades de sus verdaderos padres y es por eso que tiene que trabajar en el interior de la casa como cenicienta, ellas no pueden ni quieren. El trabajo de cenicienta consiste en mantener el fuego interior para que no se apague, elaborar el alimento con todo lo recibido del exterior, transformar lo muerto en germen espiritual quemando la lea a través del fuego purificador, y su propio trabajo la tiene que hacer afuera, pero ella se ubica al lado de lo profundo", el pozo. Necesita tanta fuerza de concentración que comienzan a sangrarle los dedos y queriendo lavar el huso cae a lo profundo y se rompe el hilo de la vida. Tiene que lazarse y sumergirse en el oscuro pozo para recuperarlo. Pero lo tendrá otra vez cuando vuelva de su experiencia en el más allá.
Hay muchas descripciones de personas que traspasaron el umbral de la muerte por algunos segundos y luego volvieron, relatan algunos que se encontraron un túnel oscuro y al final llegaron a una luz apacible y a la vez muy intensa.
Este es el paso por el pozo y el llegar a la luz el prado bañado en sol, lleno de fuerzas vitales donde se comienza un camino con encuentros muy especiales. Se podría decir que tanto el pan como las manzanas son frutos terrenales y a la vez sagrados. Es necesaria la mano del hombre para llegar a su fin, así como la acción de la naturaleza, de los elementos y de las fuerzas del universo.
En este ámbito se nos pide estar alertas para sacar los frutos ya maduros para que no se malogren. Son el fruto de nuestro conocimiento espiritual adquirido por nuestro trabajo interior en la tierra, y ahí tiene que quedar a disposición de los que hacen el camino de vuelta. ¿No se dice que todo niño, al nacer, trae un pan debajo del brazo?. Luego viene el encuentro con Madre Nieve, un ser que asusta al comienzo por sus grandes dientes, símbolo del ser que condensa todo lo vivido en la tierra, pero que con voz cariñosa nos dice como hay que seguir trabajando, para que pueda caer sobre la tierra todo el calor anímico que mantiene las plumas, cristalizándose y transformando en copos de nieve.  Forman capa protectora para que el frío exterior no hiele las semillas que empiezan a germinar en su seno. Hay que trabajar como ahínco para sentirse bien allá y recibir el alimento necesario.
El alma empieza a sentirá añoranza por la tierra y querer volver con los suyos. Madre Nieve la acompañaba en este proceso hasta el umbral, y al pasar por él, le llueve el oro de la sabiduría para la nueva vida que emprende al recibir el huso.
Gracias al oro es bien recibida, quedando deslumbradas por su brillo.
Ahora, la parte oscuro del alma quiere brillar también. Empieza su camino, pero provocando los sucesos, haciéndose sangrar y tirándose al pozo para conseguir oro. Y eso es lo que la mueve todo su camino sin percibir nada, ni querer percibirlo, no quiere ensuciarse.
Y empiezan las pruebas: reconocer los valores de los frutos del conocimiento y del trabajo, justo en el momento en que llega a su madurez, para dejarlos como ofrenda.
No se asusta al ver a Madre Nieve, pues sabía de sus dientes. Pero el deseo no es lo más importante en aquel reino. Hay que actuar y bien. Mas el que no está habituado a trabajar pensando que lo hace para los demás, no es un pago a cambio de lo trabajado, sino un recibir lo que necesita para vivir, entonces se cansa pronto, no encuentra sentido a su esfuerzo que sólo piensa en la retribución.
Y así vuelve a la tierra, negra y pegajosa como la pez.
El gallo en la entrada de la tierra las recibe cantando la verdadera naturaleza de ella, el ser puro, el yo terrenal, el primer llanto al nacer.
Si podemos mirar a estas dos niñas como la parte luminosa y oscura de nuestra propia alma, se puede encender la esperanza de que la oscura, gracias al brillo dorado y calidez de su hermana vaya derritiendo la pez e iluminándose poco a poco, vida tras vida hasta llegar a ser una unidad que irradia hacia la humanidad.
Y así terminará el cuento, relato, a niños pequeños: "...Y creemos que por vivir junto a su hermana dorada, se fue transformando poco a poco hasta brillar como ella".