martes, 27 de febrero de 2018

Las dos semillas



Dos semillas estaban enterradas juntas, lado a lado, en la fértil
tierra a principios de primavera. La primera semilla dijo:

- ¡Quiero crecer! Quiero impulsar a mis raíces a fondo dentro de la
tierra que esta debajo, y expulsar mis brotes a través de la
corteza de la tierra que esta sobre mí. Quiero desplegar mis
tiernos brotes como banderas que anuncian la llegada de la
primavera. Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la
bendición del rocío matinal sobre mis pétalos.

Y creció.

La segunda semilla dijo:

- ¡Tengo miedo! Sí impulso mis raíces dentro de la tierra que esta
debajo, no sé lo que habrá en la oscuridad del subsuelo. Sí me abro
paso por la dura corteza terrestre que esta encima, puedo dañar mis
delicados brotes. Y ¿si al dejar que mis brotes se abran, un
caracol intenta comérselos? Y si abro mis capullos, una persona o
animal podría arrancarme de la tierra. No, será mejor que espere
hasta que no haya peligro.

Y esperó.

Una gallina hambrienta que buscaba comer afanosamente entre la
tierra de comienzos de primavera, encontró la semilla que esperaba
seguridad y rápidamente se la comió.

Los que temen arriesgarse a crecer y no quieren correr
riesgos, son engullidos por la vida.



martes, 20 de febrero de 2018

Tostadas quemadas

Cuando era niño, ocasionalmente mi madre como cena nos daba café con leche con muchos agregados.
Recuerdo especialmente una noche, cuando ella nos sirvió café con leche, después de un día de trabajo muy duro.
Esa noche, mi madre le puso un plato con huevos revueltos, fiambre y tostadas bastantes quemadas frente a mi padre.
Recuerdo haber esperado un poco, para ver si papá notaba ese hecho.
Todo lo que mi padre hizo, fue tomar su tostada, sonreír a mi madre y preguntarme como había sido mi día en la escuela.
No recuerdo lo que le respondí, pero recuerdo haberlo mirando, untando la torrada con manteca y jalea y comiendo cada bocado.
Cuando me levanté de la mesa, aquella noche, escuché a mamá disculpándose por haber quemado las tostadas.
Nunca me olvidé de la respuesta de papá "me encantó la tostada quemada".
Mas tarde, aquella noche, cuando le fui a dar un beso de buenas noches a papá, le pregunté si realmente le había gustado aquella tostada.
El me tomó en sus brazos y me dijo:
Compañero, tu madre tuvo un día de trabajo muy pesado y estaba realmente cansada... Además de eso, una tostada quemada no le hace mal a nadie.
La vida está llena de imperfección y las personas no son perfectas. Tampoco soy el mejor marido, el mejor empleado o cocinero, tal vez ni siquiera el mejor padre, aunque intente serlo todos los días.
He aprendido a través de los años, que saber aceptar las fallas ajenas, intentando minimizar las diferencias entre unos y otros, es una de las llaves más importantes para crear relacionamientos saludables y duraderos. Desde que tu madre y yo nos unimos, aprendimos los dos a suplir uno las fallas del otro.
Yo sé cocinar muy poco, pero aprendí a dejar la olla de aluminio reluciente. Ella no sabe usar la perforadora, pero después de mis arreglos, ella hace que todo quede limpio y perfumado. Yo no sé hacer una lasaña como ella lo hace, pero ella no sabe asar una carne como yo lo hago. Yo nunca supe hacerte dormir, pero conmigo tu tomas un baño rápido y sin reclamar
La suma de nosotros crea el mundo que te recibió y te apoya, ella y yo nos complementamos. Nuestra familia debe aprovechar este nuestro universo mientras estemos los dos presentes. No es verdad que mas tarde, el día que uno de los dos parta, este mundo se va a desmoronar, de ninguna manera. Nuevamente tendremos que aprender a adaptarnos para hacer lo mejor.
De hecho, podríamos extender esta lección para cualquier tipo de relacionamiento, entre marido y mujer, entre padre e hijos, entre hermanos, entre colegas, con amigos y también en el ambiente profesional. Entonces hijo, esfuérzate para ser siempre tolerante, principalmente con quien dedica su precioso tiempo de vida a ti y al prójimo
Las personas se olvidarán de lo que le hagas, o de lo que le digas.
Pero nunca se olvidarán el modo en el cual las hiciste sentir.


Autor desconocido

viernes, 16 de febrero de 2018

LAS CUATRO ESTACIONES


Había un hombre que tenía cuatro hijos.  El buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces los envió a cada uno por turnos a visitar un árbol majestuoso. Un árbol de peras y que estaba a una gran distancia.

El primer hijo fue en el invierno, el segundo en primavera, el tercero en verano y el hijo más joven en el otoño.

Cuando todos ellos habían ido y regresado; él los llamó y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.

El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.

El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.

El tercer hijo no estuvo de acuerdo, el dijo que estaba cargado de flores, que tenia aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto.

El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, el dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.

Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían la razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.

El les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, por solo ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.

Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano, y la satisfacción del otoño.

No dejes que el dolor de una estación destruya la dicha del resto.  No juzgues la vida por solo una estación difícil.  Aguanta con valor las dificultades y malas rachas porque luego disfrutarás de los buenos tiempos por que solo el que persevera encontrará un mañana mejor.

Un Abrazo,
"No importa la estación actual. Siempre y cuando estés listo para aprovechar tu tiempo y conseguir RESULTADOS en todas las estaciones."

miércoles, 14 de febrero de 2018

EL CAPULLO DEL GUSANO



Dos gusanos vivían en un árbol frondoso, en un momento dado, uno de ellos, movido de un fuerte impulso interior, comenzó a encerrarse en un capullo de seda. Hasta ese momento los dos habían sido amigos.
¿Qué estás haciendo?, gritó espantado su compañero, ¿te has vuelto loco?. El impulso era tan fuerte que el gusano no respondió. Era un gusano que se emocionaba con facilidad cuando hacía algo nuevo.
¿Ya has pensado lo que eso significa?, siguió su compañero, que era mucho más reflexivo y prudente, ¡vas a aislarte del árbol! ¿y las jugosas hojas que estás dejando? ¿y los nuevos brotes del tallo central? ¡No podrás comer ni moverte por el árbol si te encierras ahí!
Dado que su compañero no respondía, decidió buscar apoyo en los demás gusanos y trajo unos cuantos junto al capullo de seda, que ya estaba casi listo.
¡No cierres aún, espera!
Y escuchó al coro de gusanos que decía: "Mira lo que dejas, mira lo que dejas..." pero se encerró tras la seda, pues el impulso era muy fuerte y no podía explicarlo.
Los gusanos se quedaron mirando la cápsula de seda y pasaron toda la tarde comentando el suceso. "Se volvió loco", decían. ¿Qué aburrida debe ser la vida ahí dentro? ¡Mira lo que se está perdiendo! ¿A quién le cabe en la cabeza despreciar un árbol tan frondoso? ¿Tú te encerrarías ahí? ¡Con lo simpático y joven que era!
Después de un tiempo encontraron el capullo roto y vacío. No supieron qué pensar, así que decidieron mantener sus opiniones y seguir mascando hojas y ramitas sin volver a tocar el tema del capullo de seda.
Mientras tanto una mariposa hermosísima se alejaba del árbol volando hacia el atardecer.

REFLEXIONA:


¿Estaba loco el gusano que se encerró en la cápsula? ¿o los otros?
¿Hay mucha gente que se enfrente a los desafíos como el gusano del capullo? ¿o hay más gente que prefiere la comodidad de lo que conocen, sin saber a qué renuncian?
¿Cómo te enfrentas a los desafíos y problemas, huyes de ellos? ¿no le das importancia (diciendo: “ eso no sirve para nada”, “eso no tiene que ver conmigo” o “no puedo hacer nada, soy así”)?
¿Has pensado que, a veces, algunos “amigos” sólo quieren que sigas siendo un “gusano” como ellos?
¿ Has pensado que algunos “capullos” te enseñan el camino para ser alguien maravilloso?

jueves, 8 de febrero de 2018

EL NIÑO Y SU MADRE


Cuento popular
- Para que tu nuevo palacio te de felicidad, cuando lo construyas debes emparedar vivo a un niño. Las estrellas lo ordenan le dijeron los astrólogos al rey.
Pero antes de ser emparedado, el muchachito rogó:
- Permítame, Su Majestad, hacer tres preguntas sencillas a los astrólogos. Si no saben la respuestas, ¿Cómo estar seguros de que interpretaron bien el difícil lenguaje de las estrellas?
El rey dio su permiso y el niño preguntó:
- ¿Qué es lo más liviano, lo más dulce y lo más duro del mundo?
Tres días tardaron los astrólogos en hallar la respuesta:
- Lo más liviano es una pluma, lo más dulce es la miel, lo más duro es una piedra contestó uno de ellos, en nombre de todos.
- Eso lo puede responder cualquier tonto dijo el niño-. De los sabios, esperaba respuestas más profundas. Lo más liviano del mundo es un niño en brazos de su madre. Lo más dulce del mundo es leche de la madre para el bebé. Y lo más duro que existe sobre la Tierra es, saber que su hijo será emparedado.

El rey comprendió. El niño fue devuelto a su madre y los astrólogos tuvieron que abandonar la corte.

martes, 6 de febrero de 2018

El Principio Narciso

No hay mejor tiempo que ahora para ser feliz
Mi hija me había telefoneado varias veces, para decirme: "Mamá, tienes que venir a ver los narcisos antes de que se acaben." Yo deseaba ir, pero era un camino de dos horas desde Laguna hasta Lake Arrowhead. "Iré este martes", le prometí con cierta renuencia, cuando llamó por tercera vez.
El martes amaneció frío y lluvioso. Sin embargo, había yo prometido, y manejé hasta allá a regañadientes. Cuando finalmente entré a la casa de Carolina, los gozosos sonidos de niños felices me dieron la bienvenida. Encantada, abracé y saludé a mis nietos.
"¡Olvida los narcisos, Carolina! ¡El camino está invisible con estas nubes y esta niebla, y no hay nada en este mundo, excepto tú y estos pequeños, que yo desee ver tanto como para manejar una pulgada más!"
Mi hija sonrió calmadamente y dijo: "Nosotros manejamos en estas condiciones todo el tiempo, Mamá." "Bueno", le aseguré, "no me harás volver al camino sino hasta que aclare, y entonces ¡será para encaminarme a mi casa!"
"Pero, primero, vamos a ver los narcisos. Son sólo unas pocas cuadras," dijo Carolina. "Yo manejaré, estoy acostumbrada a esto."
"Carolina", dije firmemente, "por favor."
"No te preocupes, Mamá, todo está bien, te lo aseguro. Nunca te perdonarías haberte perdido esta experiencia."
Después de unos veinte minutos, doblamos a un angosto camino de grava y vimos un pequeño templo. Al otro lado del templo, vi un letrero hecho a mano, con una flecha, que decía: "Jardín de Narcisos." Salimos del carro, cada una tomó a un pequeño de la mano, y yo seguí a Carolina por el sendero. Entonces, al doblar una curva, miré y quedé boquiabierta. Delante de mí estaba la vista más gloriosa.

Parecía como si alguien hubiera tomado una enorme tina de oro y la hubiera derramado sobre la cumbre del monte y sus laderas. Las flores estaban plantadas en majestuosos diseños arremolinados, grandes fajas y tiras de un anaranjado intenso, blanco cremoso, amarillo cetrino, salmón rosa, azafranado y amarillo mantequilla. Cada variedad de diferente color estaba plantada en grandes grupos, de tal manera que se arremolinaban y ondulaban como un solo río, con su propio y único matiz. Había cinco acres de flores, unas dos hectáreas y media.
"¿Quién hizo esto?", le pregunté a Carolina.
"Una mujer nada más", me respondió Carolina. "Ella vive en este terreno. Ésa es su casa." Carolina señaló una casa bien cuidada con una estructura en A, pequeña y modestamente asentada en medio de toda esa gloria. Caminamos hasta la casa.
En el patio, vimos un letrero. "Respuestas a las Preguntas que Yo Sé que Estás Haciendo", decía el encabezado. La primera respuesta era una sencilla: "50, 000 bulbos." La segunda respuesta era: "Uno a la vez, por una mujer. Dos manos, dos pies y un cerebro." La tercera respuesta era: "Comenzó en 1958."
Para mí, ese momento fue una experiencia-que-cambia-la-vida. Pensé en esta mujer a quien nunca había conocido, quien, hacía más de cuarenta años había empezado a traer, un bulbo cada vez, su visión de belleza y gozo a una obscura cima de un monte. Plantando un bulbo cada vez, año tras año, esta mujer desconocida había cambiado para siempre el mundo en que vivía. Un día cada vez, ella había creado algo de extraordinaria magnificencia, belleza e inspiración. El principio que su Jardín de Narcisos enseñó es uno de los grandes principios para celebrar.
Esto es, aprender a movernos hacia nuestras metas y deseos un paso cada vez -a menudo tan sólo un pasó de bebé cada vez- y aprender a amar el hacer, aprender a usar la acumulación de tiempo. Cuando multiplicamos minúsculos espacios de tiempo con pequeños incrementos de esfuerzo diario, encontraremos que podemos realizar cosas magníficas. Podemos cambiar el mundo.
"Me pone triste, en cierto modo", admití a Carolina. "¿Qué hubiese yo logrado si yo hubiese pensado en una meta maravillosa hace unos treinta y cinco o cuarenta años, y hubiese yo trabajado esa meta 'un bulbo cada vez' a través de todos esos años? ¡Nada más piensa en lo que yo hubiera realizado!"
Mi hija resumió el mensaje del día en su manera directa usual: "Empieza mañana", dijo.
Ella estaba en lo cierto. Es tan sin sentido pensar en las horas perdidas del ayer. La manera de hacer el aprendizaje una lección de fiesta en vez de una causa de pesar es preguntar nada más: "¿Cómo puedo usar esto hoy?"
Usa el Principio Narciso. No esperes.
Hasta que tu auto o tu casa estén pagados.
Hasta que consigas un nuevo auto o casa.
Hasta que termines la escuela.
Hasta que regreses a la escuela.
Hasta que limpies tu casa.
Hasta que organices tu cochera.
Hasta que limpies tu escritorio.
Hasta que bajes cinco kilos.
Hasta que subas cinco kilos.
Hasta que te cases.
Hasta que te divorcies.
Hasta que tengas niños.
Hasta que los niños vayan a la escuela.
Hasta que tus hijos se vayan de la casa.
Hasta que te retires.
Hasta la primavera.
Hasta el verano.
Hasta el otoño.
Hasta el invierno.
Hasta que mueras.
No hay mejor tiempo que ahora para ser feliz.
La felicidad es un viaje, no un destino.
Así, trabaja como si no necesitaras dinero.
Ama como si nunca hubieras sido lastimado.
Danza como si nadie te estuviera mirando.
Te deseo un día precioso, un día narciso.
No tengas miedo de que tu vida termine, ten miedo de que no comience.
 Autor Anónimo 

viernes, 2 de febrero de 2018

Eco (serenidad)

Cuentan que una vez un niño fue llevado por su padre al Gran Cañón, en Arizona.  Estando dentro en lo profundo del lugar el niño gritó: “Tonto!”, y el eco resonó: “tonto… tonto… tonto”.
El niño volvió a gritar: “Necio!”, y el eco resonó: “necio… necio… necio…”; ya enojado y exaltado el niño gritó: “Estúpido!”, y nuevamente el eco resonó: “estúpido… estúpido… estúpido”.
El niño se soltó a llorar en su enojo y se abrazó a su padre.  Éste le dijo: “No tienes por qué llorar.  Escucha…”, y el padre grito: “Amigo!”, y el eco resonó: “amigo… amigo… amigo”.  Luego gritó: “Te quiero!”, y el eco resonó: “te quiero… te quiero… te quiero”.  ¿Ves?  Él te trata como tú lo tratas.